> Introducción
Vuelta del fin de semana y no se me ocurre escribir sobre otro tema.
Todos somos usuarios de las nuevas tecnologías, y así debe ser. Los smartphones y todas las tecnologías que les rodean, app’s, IoT, etc. mejoran nuestra vida. Asimismo, nos abren mundos que eran inaccesibles no hace tantos años.
Pero es igual de cierto que, en un momento de nuestra sociedad donde el individualismo, egoísmo y mala educación proliferan de forma realmente preocupante, también estas actitudes se trasladan al uso de las nuevas tecnologías.
> Derecho a no ser grabado
Hablamos de que vayas donde vayas, desde la cafetería de la esquina, la fiesta de pueblo, la playa, etc. hay alguien grabando.
Esto impide el disfrute pacífico y anónimo de los placeres de la vida a los que no queremos ser grabados.
¿Es algo a regular? ¿Serviría de algo? ¿Todo vale cuando se trata del ámbito privado?
La frase que mejor aplica aquí es: «Tus derechos acaban cuando empiezan los míos».
> ¿Educación o regulación?
El derecho a la privacidad, el derecho a la intimidad, el derecho al disfrute tranquilo del ocio y el tiempo libre sin estar pendiente de que la cámara de alguien cualquiera, que no conoces, que no sabes qué va a hacer con esa grabación; es algo a proteger.
El reconocimiento de estos derechos no puede quedar mermado porque se trata del ámbito privado, ni la protección de los mismos puede depender de cada individuo.
No puedo estar tapándome la cara a cada momento, no puedo increpar a cada persona que veo que me graba con su smartphone. Es necesario poner límites.
> Reflexiones
¿Cabría algun tipo de re-interpretación teórica de privacy by default a estos casos? Es decir, de entrada no puedes grabarme sin permiso y por ley. Por respeto, no puedes captar la imagen de una persona ajena a ti, sin permiso. Aun estando en un sitio público, tengo derecho a preservar mi intimidad. Tengo derecho a no ser grabado.
Es comprensible que, desde que existen las tecnologías para captar imágenes, a veces es inevitable grabar o fotografiar a terceros.
Pero no hablamos de la excepción, ni de lo inevitable. Hablamos del abuso. Hablamos de grabaciones panorámicas a poca distancia de todo tipo de situaciones cotidianas.
> Conclusión
A estas alturas la privacidad sigue estando infravalorada.
Cuando todo se sabe o se puede saber, lo que conservamos en nuestro entorno más íntimo, es lo que tiene más valor.
Es por esto que debemos poder elegir. Si quiero publicar una imagen, un tuit, en vídeo, yo mismo, sobre mi propia vida, debo poder hacerlo. Yo lo elijo, y con ello, también las consecuencias de hacerlo. Por este mismo motivo, tengo que poder controlar y decidir mi aparición en fotografías y videos de terceros, sobre todo cuando se trata de primeros planos.
No se trata de profesionales haciendo su trabajo, no se trata tampoco de la captación de imágenes de personas con cierta relevancia.
Se trata de respeto, educación, límites y regulación.